sábado, 11 de octubre de 2008

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

John Godfrey Saxe
(Fábula indostánica. Versión libre)

Cuentan que, en el Indostán,
determinaron seis ciegos
estudiar al elefante,
animal que nunca vieron.
(Ver no podían, es claro;
pero sí juzgar, dijeron)

El primero se acercó
al elefante, que en pie
se hallaba. Tocó su flanco
alto y duro; palpó bien
y declaró: El elefante
es ¡igual que una pared!

El segundo, de un colmillo
tocó la punta aguzada,
y sin más dijo: ¡Es clarísimo!,
mi opinión ya está tomada:
Bien veo que el elefante
es ¡lo mismo que una espada!.

Toca la trompa el tercero,
en seguida, de esta suerte
habla a los otros: Es largo,
redondo, algo repelente...
¡El elefante - declara -
es ¡una inmensa serpiente!.

El cuarto, por una pata
trepa, osado y animoso;
¡oh, qué enorme tronco! - exclama.
Y luego dice a los otros:
Amigos, el elefante
es ¡como un árbol añoso!.

El quinto toca una oreja
y exclama: ¡Vamos, amigos,
todos os equivocáis
en vuestros rotundos juicios!,
yo os digo que el elefante
es ¡como un gran abanico!.

El sexto, al fin, coge el rabo,
se agarra bien, por él trepa...:
¡Vamos, vamos, compañeros;
ninguno en su juicio acierta!.
El elefante es..., ¡tocadlo!,
una soga... Sí, ¡una cuerda!.

Los ciegos del Indostán
disputan y se querellan;
cada uno está seguro
de haber hecho bien su prueba...
¡Cada uno tiene un poco
de razón... y todos yerran!


Moraleja:

Sucede así cada día
en bastantes discusiones;
quienes disputan, cada uno
piensa justas sus razones.
Discuten, juzgan, definen
¡lo que no vieron jamás!.


Publicado a las 17:33 del 08 de Marzo de 2008


Avlock dijo ...

Gracias, trisquelia. Procuraré aprenderla de memoria. Seguro que me es útil para evitar meterme en algunos jardines.
También yo recuerdo una que generalmente me ha sido muy útil y con tu permiso me gustaría poner aquí. Si no es de tu agrado te ruego que la borres y me disculpes.

Peregrinos a la Meca
a la par iban dos árabes
y los perros al camino
les salían a ladrarles.
Sin hacerles caso el uno
prosiguió siempre adelante
pero airado el otro, piedras
no cesaba de tirarles.
De la Meca al año justo
regresaba el caminante
y halló al otro todavía
enredado con los canes.
"Pero, infeliz, ¿no comprendes
que hasta el fin de su viaje
nunca llega el que hace caso
de los perros que le ladren?"

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