viernes, 10 de octubre de 2008

lisa

cerca a mi casa hay un bar cuyos dueños son ingleses, como gran parte de su clientela. Pero no es uno de esos sitios con manchas de cerveza en el suelo y quemaduras de cigarrillos en las mesas y borrachos peleándose para entrar en el servicio. Este es como el salón de una casa inglesa, con sillones cómodos, alfombras floreadas, cortinas drapeadas en las ventanas, buenos olores saliendo de la cocinita. Vamos mucho allí - es muy tranquilo y agradable - sobre todo los domingos cuando los dueños pasan entre sus clientes bandejas gigantes llenas de aperitivos calientes, deliciosos. Casi puedes almorzar allí por el precio de un vermut. Todos nos conocemos, incluso los que están de vacaciones porque siempre vuelven a ver los viejos amigos, y claro, todos chismorreamos.

Un domingo a mediodía, mi marido y yo habíamos tomado una copita, o dos, y se nos acerco una chica. Yo no la había visto antes pero me di cuenta que mas de uno la miraba de una manera extraña. Era inglesa, no muy alta, con un cuerpo impresionante - curvas y curvas - y el pelo rubio natural muy claro, y los ojos azules brillantes. Parecía estar ligeramente ebria cuando empezó a hablar con nosotros y pronto nos dio de entender que le gustábamos, pero mi dio la impresión que me miraba mas a mi que a mi marido. Yo notaba que mi marido no estaba muy cómodo y pronto nos fuimos a casa a comer dejando la chica en el bar.

El día siguiente cuando fuimos a tomar algo, la dueña del bar nos dijo que la chica esa era prostituta de alto nivel pero estaba metida con gente de una banda criminal muy famosa.

Unas semanas mas tarde la encontré en una tienda del centro y me invitó a tomar un café. No sé como pasó pero terminé en su apartamento, en la décima planta de un edificio en primera linea de playa y cuyas ventanas enormes miraban al mar. En esa cama grande, con la brisa moviendo suavemente los visillos, hacía el amor con mi preciosa Lisa, dulce, fresas con nata, sus pechos blancos con pezones como capullos de rosas, su piel suave, fina, su vagina de un color rosado delicado, y con sabor a miel. Como vibraba bajo mi lengua, mis manos acariciándola, mi aliento en su pelo. Y que saladas eran sus lágrimas en mi boca cuando tenia que levantarme para irme a casa.

Tres meses con mi Lisa, y un día cuando fui a su casa la puerta la abrió un hombre quien me dijo que había alquilado ese apartamento aquel día y no sabia nada de una chica inglesa que se llamaba Lisa.

Ella no me leera, no volvera, la echo mucho de menos.


Publicado a las 16:48 del 15 de Febrero de 2008

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