viernes, 10 de octubre de 2008

la oficina

Hace tiempo que estoy casada, tranquila si no contenta. Todo va bien, no hay problemas, mi marido me quiere y me ayuda con todo lo de la casa e incluso esta la comida en la mesa cuando termino a mediodía. Los dos estamos trabajando y tenemos dinero para todo. He sacado el carné de conducir y me siento libre e independiente con mi cochecito, y he empezado un trabajo nuevo. Soy traductora y secretaria para un constructor, una empresa grande con muchas obras, y salgo mucho a las obras con los clientes extranjeros, los arquitectos, los jefes de obra, los aparejadores. Soy la única mujer en la empresa pero ya están acostumbrándose a verme por las obras con mi casco blanco con letras doradas y saben que no deben echarme piropos, pero siento sus miradas, y nunca faltan manos asperas para ayudarme en tajos de difícil acceso, y a veces esas manos se equivocan de sitio para darme un empujón para subir, o me cogen debajo del brazo para ayudarme a bajar. Pero eso no me importa, al contrario es divertido hacer como si no me doy cuenta, o tropezarme con alguno.

Pero también paso mucho tiempo en la oficina con mis compañeros, contestando el teléfono, traduciendo, escribiendo a maquina las cartas y presupuestos que me pasan los jefes de obra que tienen sus mesas allí. Ellos también se han acostumbrado a mi presencia y hemos establecido una relación de compañeros, pero también un poco de broma, un poco picante - no quiero que piensen que soy una estrecha. Me rió con sus chistes bordes, y les cuento otros, y voy con ellos los viernes después de terminar para tomar "la penúltima", y a veces en el despacho dejan caer un bolígrafo cuando paso por su mesa para que puedan mirar mejor mi escote cuando me agacho para recogerlo del suelo. Y lo estoy pasando fenomenal.

La mesa al lado de la mía la comparten dos de los jefes de obra, y uno de ellos se llama Rafael. Es un hombre mayor, tendrá mas de cincuenta años, y lleva mucho tiempo en la empresa. Es madrileño, muy tosco, bajito, calvo, lleva gafas, tiene mucha barriga, huele a brandy y colonia y fuma constantemente cigarrillos de tabaco negro o puritos aromáticos. No se porque, pero me resulta algo familiar aunque se que no lo conozco para nada, y me atrae, me fascina, no puedo dejar de pavonear delante de el, intentar llamarle la atención. Pero esto es una estupidez - es feo y desagradable, y se cree tan importante. Y estoy casada y todo me va muy bien. Y cuando Rafael esta en la oficina no puedo concentrarme y voy a la copiadora para sacar copias, o me siento con el jefe tomando notas, o cualquier otra tarea, con tal de no estar al lado de este hombre inquietante.


Publicado a las 16:30 del 15 de Febrero de 2008

No hay comentarios: