viernes, 10 de octubre de 2008

caramelitos

Y mientras tanto mi Abuela se ocupaba de las ollas, o hablaba con su ama de llaves, o se sentaba tejiendo patucos para los niños pobres, o jerseys para sus nietos y Abuelo Bernard se sentaba solo en su despacho arriba en la planta noble, la puerta de madera brillante, enorme, su pomo dorado tan grande que yo tenia que usar las dos manos para girarlo, porque solo tenia 7 años, y justo al lado en un ángulo la puerta del aseo, blanca como la pared y muy insignificante, supongo para no restarle importancia a la otra puerta tan importante. Ese despacho, con sus enormes muebles archivos, una maquina de escribir, una chimenea de hierro negro, fotos, no de la Abuela, sino de la primera esposa del Abuelo Bernardo, la ventana-puerta que daba al balcón con sus jardineras llenas de plantas, y la mesa escritorio enorme con la parte central tapizada en cuero verde, y Abuelo Bernardo sentado allí con su barriga enorme, fumando sus puros caros.

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Oh sí que me va a dar caramelitos, muchos caramelitos, y calderilla los viernes cuando ha cobrado los alquileres, muchos caramelitos, agrios, malos. Claro que le gusta tener visita, sobre todo de las niñas chicas, y le encantaba jugar con ellas, pero no a pilla-pilla, no a la pelota, no con los muñequitos. El no necesitaba esas cosas, solo necesitaba una niña chica para sus juegos, y yo era muy chica. Yo solo tenia 7 años. Y yo era una niña muy buena, y yo era una niña muy obediente y yo era una niña muy educada que decia por favor y gracias en cada momento y nunca criticaba a los mayores porque eran mayores que yo y sabían mas que yo. . .


Publicado a las 09:04 del 12 de Febrero de 2008

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